Hemos hablado del Juramento pirata y de cómo se
repartían el botín…pero ¿Qué recibían los corsarios, los que pirateaban legalmente
con ‘patente de Corso’?
Porque los británicos lo tenían todo medido.
Lo más importante es que hubiera botín, y luego,
cómo repartirlo. Para ello había un tribunal británico de trofeos para tiempos
de guerra, que consideraba legal el botín y lo obtenido, como un trofeo
legítimo.
El beneficio se obtenía de la venta del barco y su cargamento.
El importe era repartido entre la Corona
y el almirantazgo, con porcentajes escrupulosamente establecidos. En
1708, la reina Ana de Inglaterra, cedió la parte de la Corona a los marineros
como incentivo para que se enrolaran.
El dinero se repartía en octavos: tres octavos para
el capitán, uno para el comandante en jefe, uno para los oficiales, otro para
los suboficiales y los dos octavos restantes para la marinería.
Señala Peter d. James, que la cesión a la marinería
de la parte que correspondía a la Corona, se mantuvo hasta el final de la
segunda guerra mundial.
Dicho esto, si se tiene en cuenta el inmenso valor
que tenían los barcos españoles, tanto por lo que transportaban como por la
nave, que en aquellos tiempos podrían producir un beneficio de entre medio
millón y millón y medio de libras, no es necesario señalar, que los oficiales y
la flota inglesa estaba más que dispuesta a servir con ‘patente de corso’.
Y que a veces, se utilizaba ‘la influencia’ para que
un oficial en lugar de otro se hiciera responsable de un barco británico con
patente de corso, porque eso les aseguraba fortuna. Y que algunos de los
oficiales británicos que luego llegaron a acumular grandes fortunas, lo
hicieron a través de los botines y los actos de piratería cometidos sobre la
flota y los galeones españoles…
Pero, eran piratas legales, aunque piratas, al fin y
al cabo.
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